jueves, 18 de marzo de 2010

El mundo al revés: El caso de la patata transgénica


Tras más de diez años de moratoria, la Comisión Europea autoriza un nuevo cultivo de transgénicos en Europa. Aunque parece una patata normal, Amflora ha sido desarrollada en los laboratorios de la compañía alemana BASF, que ha introducido en su ADN genes que incrementan la producción de almidón y la hacen resistente a antibióticos. Esta patata ha provocado un cambio de la política respecto a los Organismos Genéticamente Modificados (OGM) impulsado por la Comisión Europea, que ha autorizado el cultivo de Amflora a pesar de que muchos países de la UE prohíben estos cultivos o de que organismos como la OMS, el Parlamento Europeo o la Agencia Europea del Medicamento han advertido de los riesgos de introducir alimentos con genes de resistencia a antibióticos.
La empresa química BASF pretende producir una patata cuyo almidón ha sido modificado para facilitar su utilización en la fabricación de papel, detergentes, pegamento y otros productos industriales.
La manipulación de los cultivos alimentarios para modificar su composición, adaptándola a las necesidades de la industria, demuestra claramente la falacia de las promesas de la industria biotecnológica, que presenta esta tecnología como la solución para el hambre en el mundo. Los cultivos transgénicos que se comercializan en el mundo no están diseñados para alimentar al planeta, sino fundamentalmente para beneficiar a la industria agroquímica, como demuestra el hecho de que más del 80% sean variedades resistentes a herbicidas. Se estima que sólo en Estados Unidos este tipo de cultivos ha incrementado el uso de herbicidas en 173,5 millones de kilos durante los últimos 13 años, provocando la aparición de malas hierbas resistentes a los herbicidas, que amenazan ya con convertirse en una pesadilla para los agricultores… y generando un gran negocio para las grandes transnacionales agroquímicas.
La patata de BASF es una prueba más de cuales son las prioridades de la industria de los transgénicos, y de qué modelo de agricultura y de alimentación pretende imponer. Solamente una de cada cuatro patatas producidas en la Unión Europea se destinan a alimentación humana. Alrededor de la mitad va a parar a piensos animales, y la cuarta parte restante se utiliza como materia prima en la producción de almidón, de alcohol y de otros productos industriales.
Por otra parte, la autorización de un cultivo MG con destino industrial abre la puerta a una nueva generación de plantas transgénicas enormemente preocupante: las variedades diseñadas para producir almidón, plásticos y todo tipo de compuestos químicos con destino industrial, y los denominados “farmacultivos”, que producirán fármacos destinados a la industria farmacéutica. La posibilidad de contaminación de la cadena alimentaria por estos productos ha hecho que en Estados Unidos las primeras autorizaciones de este tipo de cultivos hayan suscitado un considerable rechazo. En el caso de la patata de BASF, está previsto que sus residuos sean utilizados para alimentación animal, y la contaminación de toda la cadena alimentaria es prácticamente inevitable, con los consiguientes riesgos para la salud.
Con 76.000 hectáreas, España es el país de la Unión Europea con la mayor superficie de cultivos transgénicos. La mayor parte de estas plantaciones están en Cataluña y Aragón.
Desde hace un tiempo y más a partir de ahora, los agricultores se dedicarán a producir energía, los cocineros nos alimentarán con productos químicos y los animales servirán de cobayas. Además, el hambre continuará su andadura por el mundo.

1 comentario:

CAPI dijo...

No me gustan las patatas transgénicas, quieren acabar con lo bueno y sano, aparte de una economía y tradición.un saludo